Harto de ilusiones, búsquedas, equívocos y decepciones, decide construir una mujer a su medida.
Estudia durante una década, hasta que consigue licenciarse en cirugía y magia negra. Emplea otras dos en merodear depósitos, cementerios y colisiones múltiples, a la caza de órganos sanos y perfectos. Gasta un lustro más en acondicionar y electrificar la torre que heredó de su bisabuelo.
Merece la pena: en cuanto se dispersa el humo y el cuerpo deja de convulsionar, la que se levanta es la mujer que tiene dentro de sus sueños, silueta pálida y rotunda, ojos azul glacial, labios carnosos que apenas se entreabren para decir:
—Lo siento: no me atraes.
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