martes, 12 de abril de 2011

Apatía.

Todos en algún momento hemos cruzado con personas que no tienen nada interesante que contar. Para muchos mi cuñado Alberto era esa persona. Era un tipo pesado, de lo más aburrido y con una increíble habilidad para quitarle la emoción a cuanta actividad iniciaba. Siempre se comportó de este modo pero por los años en que conoció a mi hermana no era algo que le importara demasiado; se limitaba a asumirlo como parte de su carácter hasta que notó lo insípida e insustancial que resultaba su existencia, se decidió a probarse a sí mismo que podía disfrutar de experiencias extremas y así termino inscrito en clases de alpinismo, envuelto en carreras ilegales y practicando paracaidismo. Aunque nada le agregó la emoción que le hacía falta a su vida.

Cuando intentó llegar más lejos probó con la ruleta rusa. Desafortunadamente, tenía demasiada suerte. Al verse ganador y rodeado por los cadáveres de sus competidores jugó en solitario, esta vez con más balas de lo acostumbrado. El resultado fue el esperado, aquel día el mundo conoció el difunto con la más extraña expresión de apatía.

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