viernes, 23 de octubre de 2009

Padres e Hijos

Ese domingo por la tarde estaba decidido a explicarle a Junior, mi hijo de 12 años, cuan irónica puede llegar a ser la vida. A pesar de su corta edad siempre fue un niño muy perspicaz, siempre tenia cara de estar tramando algo y, para mi desgracia, siempre lo estaba haciendo. No se cuantas veces me pregunte a quien había salido ese muchacho, hasta que llego un momento en que decidí dejar de tratar de engañarme a mi mismo, era igualito a su padre. El hecho es que quería que conociera sus raíces y de paso buscaba que entendiera como han cambiado las cosas desde el inicio de nuestra familia hasta hoy.

Comencé por explicarle que en la época de los abuelos de mi padre las cosas eran mucho más sencillas. Como pude, trate que entendiera porque el padre de mi abuelo consideraba exagerado tener que ceder dos de sus animales preferidos para que su hijo se casara con Ana Cleta, una joven de 23 años a la que se le estaba “pasando la hora”. No entendió perfectamente como pudo mi abuelo, después de tal sacrificio, abandonar el hogar y dedicarse a la entretenida tarea de dejar un hijo en cada pueblo. Sin embargo, fue mucho mas sencillo para el asimilar la idea de que debe darle las gracias a mi padre, su abuelo, por tener el pelo que tiene, puesto que en su momento, este decidió “limpiar un poco la raza” con la sangre de mi madre, una española que conoció en la zona colonial de los años 70.

Le hable tantas cosas que ya no recuerdo la mayoría. Lo que si recuerdo es que el ímpetu de su juventud no le permitió continuar pasivo escuchando las historia de su padre. Se levanto puso su mano en mi hombre y dijo:

- Tranquilo viejo, lo tiempos cambias. Vamos a jugar Guitar Hero.

Yo me quedé pasmado y me di cuenta de que los años me están ablandando. Pero todavia me quedan fuerzas para darle una paliza a mi hijo de 12 años que aun no domina el último nivel del juego.
- ¡¡Toma Palomo!! eso es para que no interrumpas a tu padre.

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