miércoles, 25 de agosto de 2010

7 Minutos

Fue le ejecución perfecta de un plan bien pensado, pues pudimos coincidir en el lugar y momentos perfectos. Nuestros cuerpos, al estar tan cerca, fueron ejemplo empírico de alquimia, y eso nos dejó completamente agotados. Creí haber cerrado los ojos por un minuto pero me di cuenta que habían pasado horas para cuando los abrí de nuevo. Yo estaba desorientado así que la dejé sola un momento para lavarme la cara.

Noté la felicidad en mi rostro cuando me vi en el espejo, abrí el grifo, me lavé la cara y me pegué tremendo susto cuando vi que el rostro del espejo permanecía totalmente seco.

– ¿Qué pasa, no reconoces tu propio rostro? – me dijo la imagen del espejo expresando cierta ironía al hablar.

La verdad es que no sabía que hacer pero mi primer impulso fue salir corriendo. Por suerte logré suprimirlo al escuchar sus palabras:

– Sé lo que estas pensando y te aconsejo que no lo hagas – me dijo. ¿Pretendes que ella entienda que el espejo te ha hablado? Creerá que estas loco.
– ¿Quién eres?
– ¿En serio no me conoces? Soy tu yo interno. Pero si no lo fuera ¿Acaso importaría?
– ¿Qué quieres de mi?
– Tranquilo estoy aquí para ayudarte
– ¿En qué?
– ¿Acaso no sabes hacer otra cosa que soltar cuanta pregunta estúpida se te ocurre? Cállate y escucha. Esta noche no ha estado nada mal pero podría ser aun mejor.
– ¿A que te refieres? – pregunte con curiosidad.
– Las cosas en este mundo no son como en los cuentos de hadas. Aquí no todas las fiestas terminan a media noche. Esta termina a las 10:30 y son las 10:23 – me dijo, al tiempo que miraba desde el espejo el reloj que colgaba en la pared a mi espalda. – la pregunta es: ¿Quieres saber como puedes asegurarte de que esta sea una noche inolvidable?

Hablamos durante largo rato pero noté que las agujas del reloj jamás se movieron. Cuando por fin término me dijo: eso es todo, ahora ve tras ella. Tienes 7 minutos. En ese justo momento desperté y a mi lado estaba ella, justo como la había dejado. Abrió los ojos, me miro y me pregunto la hora.

– 10:23 – dije, sin siquiera mirar el reloj.
– Debemos irnos – contesto ella.

No pude reprimir una picara sonrisa al recordar lo que acabada de aprender. La tome por la cintura y mientras la cargaba hacia mí le dije: aun tenemos 7 minutos. Hagamos de esta una noche para la historia.

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