miércoles, 9 de marzo de 2011

Patología dual

Debo darme prisa – se dice de nuevo, mientras recoge los últimos ingredientes para su sopa -consomé de pollo, ajos, cebollas, aceite de oliva y por supuesto hongos especiales: ya tengo todo lo necesario. Si bien el efecto sería el mismo si los mordiera prefiere emprender el vuelo con estilo, pues la ocasión siempre lo amerita.

Una vez liberado de los sentidos se encontrara, como cada noche, con la mujer que conoció en sus sueños. Y no hablo de la mujer con la que siempre soñó; hablo de aquella que conoció en su primer viaje de hongos. Esa que cada noche lo invita a experimentar las más bajas pasiones entre cuero, piel y metal, carmín y charol, cual canción de Soda Stereo. Lleva meses en esto y ya casi nadie recuerda el tiempo en que, entre familiares y amigos, trataban de hacerle ver lo enfermizo de sus hábitos. Como era de esperar, no obtuvieron resultados, si hasta los psiquiatras lo califican como un caso difícil. No saben que tratar primero, su adicción a los alucinógenos o su severo masoquismo. Ahora, cuando alguien trata de juzgarle, siempre responde con lo mismo: ¿Patología dual? ¿En qué libro está eso?

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