jueves, 4 de noviembre de 2010

El ultimo hombre en pie

Se que todos creyeron que había perdido la cabeza cuando comencé a construir un refugio contra armas bilógicas, hasta que empezaron a escuchar las sirenas del pueblo. Ya era demasiado tarde para ellos, pero yo estaría a salvo: tenía agua, provisiones, una radio y muchos libros. A pesar de mis advertencias ninguno quiso escucharme, así que todos morirían. Escuche los golpes tras la puerta y los gritos de dolor de quienes sufrían los efectos del virus hasta que poco a poco todo se quedo en silencio. Pasaron días, semanas, meses, quizá años, no estoy seguros, hasta que tuve que salir porque mi almacen quedó completamente vacio.

A pesar de que todos siguen caminando por las mimas calles, visitando los mismos establecimientos y ocupando los mismos puestos de trabajos, tal cual lo hacían antes de iniciar los ataques, paece que soy el único que percibe que este mundo no es el mismo. Todos son muertos vivientes, todos son fantasmas. Sé que soy el único sobreviviente, aunque no sé porque ninguno puede escucharme y mucho menos porque floto sobre el suelo. Tampoco sé que pasó con mis pies.

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