lunes, 16 de noviembre de 2009

Virgilio Diaz Grullon

Icaro
Hizo aquel día lo que desde muy niño había siempre deseado hacer sin atreverse jamás a realizarlo: lanzarse al vacío desde la ventana de su apartamento de un sexto piso. Tal como lo había anticipado, extendió los brazos y voló con gracia y sin ninguna dificultad en las inmediaciones de la ventana abierta. Planeo con elegancia sobre la copa del almendro arrancándole al desgaire algunas hojas. Evadió con pericia los alambres del tendido eléctrico. Ejecuto variadas maniobras de vuelo aprovechando las corrientes de aire y luego, a los tres segundos exactos de iniciar su viaje, se estrello violentamente sobre el pavimento de la calle como una fruta podrida.
La verdadera Pesadilla
Esa mañana, cuando se colocó frente al espejo para afeitarse y no vio el reflejo de su cara, comprendió que estaba muerto desde la noche anterior. Hizo un esfuerzo para reconstruir los detalles del accidente pero sólo recordaba el horrible chirrido de los frenos del auto y el ruido espantoso del choque.

Entonces volvió a acostarse porque pensó que la posición lógica de un cadáver es la horizontal. Tan pronto lo hizo se durmió profundamente y soñó que estaba vivo y mirándose al espejo en el cual su rostro se reflejaba con exactitud. En ese instante pensó que su experiencia anterior había sido sólo una pesadilla, pero estaba totalmente equivocado: su verdadera pesadilla recién comenzaba.

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