sábado, 26 de septiembre de 2009

Y lloraré. . .

Había pasado en vela las dos últimas dos noches, pues sin saberlo, se disponía a enfrentar la que seria una de las decisiones más difíciles de su corta vida. Durante todo el día había evitando prestar atención a lo que sucedería esa noche, pero dicha tarea se tornaba mas complicada en la medida en que se acercaba a la hora cero. Llego un momento en que se sorprendió a si mismo saliendo a la calle cada minuto solo para mirar hacia los lados, aunque realmente no esperara a nadie. Es como si albergara la esperanza de que, en el momento menos pensado, algo o alguien le detendría, pero este momento nunca llego.

Al caer la noche se podía apreciar el caminar de un hombre que no quiere llegar a su destino, con la mirada perdida, e iluminado por la luz de una luna, que al igual que su corazón, se partía por la mitad en el cielo. Tras la última curva se encontró con aquella calle que durante los últimos cinco meses le había parecido tan familiar y que hoy le resultaba tan extraña, como si la estuviese recorriendo por primera vez.

Al llegar, Ella le abrió la puerta y le dio la bienvenida, le invitó a pasar y se sentaron donde siempre, solo que en esta ocasión el ambiente era mucho mas pesado. Al parecer su intuición le decía que las cosas no estaban muy bien. El preludio fue una charla irremediablemente cotidiana para luego ser invadidos por un silencio sepulcral; un silencio vulgar e indiscreto, que decía más de lo prudente. El mostro su rostro firme y recogió valor para contar lo que le atormentaba. Ella le escucho pacientemente y dijo que estaba de acuerdo. Siguieron hablando del pasado, de lo que debió ser y no fue, aunque no hablaron de lo que hubiesen querido que fuera. Hablaron y hablaron hasta que se quedaron sin palabras. Al terminar Ella quería llorar pero no podía darle el gusto, El quería hacer lo mismo, pero no pida ser el débil.

Esa noche la hora de partir llego antes de tiempo. Le pidió de favor que nunca llegase a pensar que El no la quiso. Ella dijo que ya no importaba y El se marcho sin decir más. Bajo las escaleras, cruzo la puerta y miro hacia atrás con nostalgia, pues esta vez no había nadie observando su partida, ni esperando su regreso. Continúo caminando hasta llegar al carro que lo llevaría a casa. Al llegar se sentó y pensó que era demasiado para El, que no podría soportarlo solo, así que comenzó a escribir:

“Había pasado en vela las dos últimas dos noches, pues sin saberlo, se disponía a enfrentar la que seria una de las decisiones más difíciles…”

2 comentarios:

  1. Si tu intención era despertar mi curiosidad lo has conseguido… ¿En que se habrá quedado pensando?

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